Consumir lo que se necesita en el momento que se necesita, es lo que se entiende por consumo justo. Si, además somos capaces de consumir los productos que se fabrican o cultivan en la zona donde vivimos, estaremos contribuyendo mediante un mercado más justo a una economía más saneada y por tanto más beneficiosa para todos.
Todos
hablamos de la crisis, de las dificultades económicas, la falta de trabajo, la
inseguridad, etc. Pero la crisis, que sobre todo significa cambio, nos ha
aportado algo positivo. Un cambio de mentalidad y un cambio de ver la vida.
Esto nos hace reflexionar sobre lo que realmente necesitamos para vivir y
adaptarnos a un consumo mucho más inteligente, equilibrado y respetuoso con el
medio ambiente y contribuir al desarrollo de las comunidades productoras.
No
cabe duda que el consumo en un mercado justo es bueno. El productor vende los
productos a un precio justo que le permite seguir cultivando, investigando,
invirtiendo y viviendo con dignidad e impide, entre otras cosas, la
contratación de niños como mano de obra barata.
Sin
embargo, el mercado justo, por todo lo anteriormente dicho, tiene una
contrapartida importante. El precio. El precio final de cualquier producto que
haya sido elaborado o cultivado de acuerdo a los ciclos naturales de la tierra
o artesanalmente es más caro que otro cuyo cultivo sea masivo o se realice sin
la protección de los derechos fundamentales de las personas respetando la
igualdad de género.
Es
necesario reflexionar sobre todo esto e intentar que los productos que consumamos
sean de temporada y de nuestra tierra. De esta forma obtendremos el máximo
beneficio y conseguiremos un “consumo
justo, con sumo gusto”.
ISABEL GALLEGO
No hay comentarios:
Publicar un comentario